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Curiosos vestigios de la evolución humana

por WebSalud
Curiosos vestigios de la evolución humana
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El origen del ser humano no puede entenderse sin tener en cuenta la evolución y por ello todavía quedan curiosos vestigios a día de hoy. No hace falta citar a Charles Darwin ni retroceder varios milenios en el tiempo para entender que las personas están cambiando físicamente generación tras generación. La altura es el ejemplo más evidente de la evolución humana, pero hay muchos más ejemplos que solemos no tener presente. [Lee: La dieta paleolítica para adelgazar]

¿Sabías que los músculos de las orejas son simples  (y curiosos) vestigios de la evolución humana? Hay primates que mueven las orejas para ubicar sonidos, pero en el caso del hombre se trata de una serie de músculos atrofiados. Por otro lado, el apéndice es otro ejemplo de órgano que en la actualidad no tienen importancia y ni siquiera se nota su ausencia en caso de ser extirpado. En su momento, ayudaba a la digestión de plantas ricas en celulosa. Hoy, no.

Las muelas del juicio siguen siendo un caso del que sólo nos acordamos cuando nos molestan. Suelen empezar a salir a partir de los 13 años, aunque hay personas que nunca las perciben como una molestia. Tienden a descolocar la dentadura y son vestigios de cuando nuestra dieta nos obligaba a emplear la dentadura con mayor dedicación. La evolución humana tienes estas cosas.

El coxis, esa parte final de la columna vertebral es en realidad el resto de una cola. Los embriones de humanos tienen una pequeña cola que con el paso de las semanas desaparece, aunque existen casos en los que hay bebés que nacen con ella. La cirugía entra en juego para corregir este claro vestigio de la evolución.

La piel de gallina también es algo que nunca diríamos que es de ‘carácter animal’, pero su origen está ahí. Cuando padeces frío o miedo, la piel de gallina erecta los vellos de tu cuerpo y ello te dota de un volumen mayor. En los animales, esto podía servirles para ahuyentar a un posible depredador.

Sin duda, existen más curiosos vestigios de la evolución humana como un pequeño pliegue en la parte interna del ojo, los pezones masculinos, el órgano de Jacobson o algunos músculos de nuestro cuerpo.

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