Afirmar que el coronavirus ha cambiado la vida de las personas es, a estas alturas, obvio. El uso de la mascarilla, el aislamiento y las restricciones sociales y la higiene de manos son ya habituales en la vida cotidiana. Hay otra realidad palpable. La pandemia ha cambiado el cuerpo humano. Múltiples partes del organismo pueden resultar dañados no sólo por las secuelas del Covid-19, también por los nuevos hábitos adquiridos. El cerebro, los pies, el pelo, las uñas o los dientes están sufriendo las consecuencias.
La que más preocupa a los expertos es el cerebro. Las numerosas preocupaciones y la incertidumbre que ha generado la pandemia han creado problemas de salud mental a muchas personas. No sólo ha elevado los niveles de estrés, varias encuestas reflejan que la cifra de personas que han aumentado su ingesta de alcohol también ha crecido. Bien a causa del confinamiento, o bien por una salida desesperada, la salud se ha visto resentida. La ansiedad o la depresión también son secuelas habituales, especialmente en los trabajadores sanitarios desbordados por esta situación.
Precisamente el estrés está detrás de la caída del cabello, aunque también parece ser una secuela del Covid-19. Junto al cuero cabelludo, la piel y las uñas también han sufrido las consecuencias de la pandemia. Precisamente el uso de las mascarillas, de obligado cumplimiento, está generando lo que se conoce como ‘maskné’. Es decir, la irritación facial a causa de la humedad. El continuo lavado de manos disminuye la hidratación de la piel.
Los dientes y los pies
La pandemia ha cambiado el cuerpo humano en muchos ámbitos. Los dentistas han detectado un incremento de las personas que rechinan los dientes o el bruxismo, también relacionadas con el estrés. El confinamiento hizo que muchas personas caminaran descalzas, o con calcetines, por casa. Esta práctica puede ayudar a desarrollar problemas en los pies como la tendinitis o el dolor de los talones.
La llegada del teletrabajo también supuso la aparición de problemas de espalda y cuello. Por si fuera poco, aumentaron los viajes a la nevera. Esto conllevó, junto a la imposibilidad de hacer ejercicio físico, que muchas personas engordaran. La cadena de situaciones perjudiciales termina en los problemas cardíacos que todas las anteriores generan, incluso sin haber sufrido el coronavirus.
