A veces en la playa pueden verse a niños muy pequeños con gafas de sol. Lejos de ser un aderezo de la vestimenta, es importante proteger la vista de los niños. ¿Debo poner gafas de sol a mi bebé? Si va a estar expuesto a los rayos ultravioleta, como en las costas o la nieve, lo mejor es que sí. La exposición solar prolongada tiene efectos nocivos sobre la salud, como el envejecimiento cutáneo o el cáncer de piel. Los más pequeños no escapan a esta posibilidad.
Un exceso de luz solar puede causar también quemaduras. Incluso puede incrementar la aparición de enfermedades futuras como, por ejemplo, las cataratas. Los ojos de los niños, igual que sucede con los de los adultos, suelen estar permanentemente expuestos a los rayos ultravioleta sin necesidad de ir a la playa o la nieve. Protegerlos con unas gafas adecuadas evitará tanto futuros problemas oculares, como el daño acumulativo que puede causar el sol.
A partir de tres años
La edad que recomiendan los expertos para poner gafas de sol a un bebé son los tres años. Aunque son muchos los oftalmólogos que piden que, en el caso de que la exposición vaya a ser mayor, esta protección puede ponerse en niños todavía más pequeños. Estamos hablando de una protección extra que no solamente blindará a los menores de la entrada de los rayos solares. También permitirá que los ojos de los niños estén protegidos de agentes externos que puedan ser irritantes. En este caso la arena, pequeños insectos y hasta la contaminación ambiental.
Cuidado porque no vale cualquier gafa. Deben estar completamente homologadas, ser cómodas, flexibles, resistentes y, por supuesto, que cubran sus ojos por completo. Y es que la vista es clave en los bebés. Es un filtro vital en su relación con el entorno. Una excesiva exposición podría cambiar su percepción (especialmente en los colores) respecto al mundo que les rodea.
