La contaminación no es buena, eso es una realidad irrefutable. El confinamiento provocado por la pandemia hizo que los niveles disminuyeran en todo el planeta. La recuperación, poco a poco, de la normalidad en el mundo está volviendo a subirlos, especialmente en las grandes urbes. Hay teorías que relacionan la contaminación con enfermedades graves, pero no ha podido confirmarse el extremo. Pero no hay que descartarla, está comprobado que la contaminación perjudica el desarrollo de los niños, sobre todo el desarrollo cognitivo.
No es un dato que haya que obviar. Cerca del 93% de los niños y niñas de todo el mundo menores de 15 años respiran un aire tan contaminado que está poniéndose en peligro tanto su crecimiento como su desarrollo. La contaminación no sólo puede generar los casi lógicos problemas respiratorios, también afecta al desarrollo neurológico y cognitivo. Lógicamente disminuyéndolo.
Precisamente los niños son los grandes perjudicados de la contaminación, más que los adultos. ¿Por qué? El motivo es muy sencillo. Los más pequeños sufren más los rigores de un aire lastrado por humos debido a que respiran mucho más rápido que los mayores. Esto hace que terminen por absorber más partículas contaminantes. Y lo que es peor, lo hacen a una edad en la que tanto su cuerpo como su cerebro todavía están desarrollándose.
Prevenir los efectos de la contaminación
La contaminación perjudica el desarrollo de los niños, está comprobado. Disminuir sus estragos, cada vez mayores, es cosa de los gobiernos del mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS) da una clave al alcance de todos. Para lograr reducir la exposición de los más pequeños a este aire sucio recomienda ubicar tanto las escuelas como los patios de recreo lejos de las principales fuentes de contaminación del aire. En esta terna encontramos las fábricas, las carreteras o las centrales eléctricas. Una lanza en favor de los más pequeños de la casa.
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