Estamos ante una de las patologías más recientes. El crecimiento de la tecnología hace que cada vez estemos más vinculados a ella y desconectados del exterior. Una situación que se vio favorecida debido al confinamiento como consecuencia del coronavirus. ¿Qué es el trastorno por déficit de Naturaleza? Afecta especialmente a los niños, que cada vez están más alejados de la naturaleza y más centrados en sus aparatos tecnológicos. El exterior es clave para el correcto desarrollo de los más pequeños puesto que en él es donde puede explorar y aprender cosas nuevas. Esta lejanía conlleva dejar de lado aspectos tan importantes como un paseo, el deporte y, menos en los menores, evadirse.
El origen de este trastorno está, como es obvio, en la desconexión casi absoluta con la naturaleza. El contacto con ella no sólo es beneficioso sino necesario. Proporciona a los más pequeños la opción de experimentar nuevas sensaciones que ayudan a su desarrollo físico y emocional. Los niños se hacen más fuertes a la hora de afrontar situaciones de estrés y les aporta autonomía. Además, jugar al aire libre mejora la salud cardiovascular y la respiratoria.
Síntomas del déficit de Naturaleza
¿Qué es el trastorno por déficit de Naturaleza? ¿Cuáles son sus síntomas? La falta de concentración, la ansiedad, el estrés y la irritabilidad son señales inequívocas de que es necesario una recarga de naturaleza. Es más, las enfermedades respiratorias se agravan en espacios urbanos. Otros signos que pueden resultar muy evidentes son la obesidad, el asma, la hiperactividad o la falta de vitamina D.
La responsabilidad de fomentar este contacto con el medio ambiente es, sin duda, de los padres. Hay que enseñarles desde pequeños, aunque el ritmo de la sociedad actual no lo está poniendo nada fácil. La tecnología ofrece una velocidad tan vertiginosa que es difícilmente competir. Y por eso mismo es necesario hacer ese pequeño paréntesis y perderse en la naturaleza de vez en cuando, incluso para evitar enfermedades.
