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¿Por qué la carne me huele a podrido?

por WebSalud
¿Por qué la carne huele a podrido?
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La pérdida del olfato y el gusto son síntomas vinculados al Covid-19. Cuando se supera la enfermedad, la gran mayoría de las personas recupera estos sentidos, pero también hay quien no lo hace. ¿Por qué la carne me  sobre la huele a podrido? Está sufriendo un fenómeno llamado parosmia, en el que los sabores y los olores se distorsionan por completo. Tanto que tareas cotidianas pueden convertirse en una lucha diaria y terminar afectando psicológicamente a las personas.

Los pacientes con Covid-19 pueden perder el sentido del olfato porque el virus daña los nervios terminales de sus narices. La parosmia puede producirse cuando esos mismos nervios se regeneran y el cerebro es incapaz de identificar debidamente el olor real de algo. Una situación que habitualmente se vincula a los resfriados comunes, la sinusitis y las lesiones en la cabeza. Quienes la sufren describen oler a quemado, a humo de cigarro o a carne podrida. En algunos casos los olores son tan fuertes que incluso inducen al vómito.

Testimonios sobre la parosmia

Esta rara evolución del olfato es lo que se ha sucedido a Kate McHenry, una inglesa de 37 años. Según recoge la ‘BBC’, a esta mujer el agua de la pila le deja un hedor horrible e incluso la de ducha se le hace insoportable. El aseo diario se ha convertido en un desafío diario. “Mi champú favorito tiene ahora el olor más asqueroso del mundo”, ha manifestado. Después de caer enferma fue incapaz de oler durante un mes. Poco a poco recuperó el olfato, pero a mitad de junio “las cosas empezaron a oler muy raras”, todo llegaba a su nariz como un “hedor químico horrible”. La situación ha cambiado su vida. Ha perdido peso, sufre ansiedad y añora el placer de comer, beber y socializar.

“Me encantan las buenas comidas, salir a restaurantes y beber con amigos, pero todo se ha ido. La carne me sabe a gasolina y el prosecco a manzana podrida”, ha lamentado McHenry. La mujer está asustada por si “me quedo así para siempre”.

La parosmia no sólo explica por qué la carne huele a podrido, lleva a hacer cosas impensables. La también inglesa Pasquale Hester ha cambiado la pasta de dientes por sal puesto que esta última tiene un sabor normal para ella. La primera le terminaba produciendo arcadas y vómitos. Y así muchas otras cosas. “Puedo comer judías verdes y queso. El café, ajo y cebolla son lo peor”, ha manifestado.

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