La sangre a la hora de ir al baño nunca es una buena señal. ¿Qué son las hemorroides? Son una parte de la anatomía humana cuya función es almohadillar el canal anal y ayudar a mantener la continencia. Cuando estas, también conocidas como almorranas, se inflaman o congestionar es cuando suelen salir los famosos bultos hacia el exterior del canal anal. Es una enfermedad bastante frecuente, de hecho, un 50% de la población sufrirá algún síntoma a lo largo de su vida.
Por normal general, las hemorroides no son graves. Ahora, cuando aumentan de tamaño o salen al exterior provocan molestias como picor, dolor o ardor. Suelen ser frecuentes entre los 45 y 65 años, afectando de igual manera a hombres y mujeres. Hay que tener en cuenta que, durante el periodo de gestación, afecta mucho más a las féminas.
Las principales causas de las almorranas son varias. Una de las primeras es el estreñimiento. Las heces duras y secas características de esta patología son el motivo más común de las hemorroides. Tanto la frecuencia como el esfuerzo que se hace al defecar son muy perjudiciales. El lado opuesto, la diarrea, ayuda al desarrollo de esta enfermedad o la empeora si ya existe. La existencia de factores hereditarios o una postura inadecuada, pasando muchas horas de pie o sentado, son muy malas para esta patología.
Como ya se ha dicho, el embarazo es un periodo delicado. La presión que ejerce el feto sobre la zona rectal y los esfuerzos realizados durante el parto pueden provocar la aparición de hemorroides. Estar mucho tiempo sentado en el inodoro o hacer muchos esfuerzos para defecar también son muy perjudiciales.
Síntomas de las hemorroides
¿Qué son las hemorroides? ¿Cuáles son sus síntomas? El primero de ellos es la rectorragia o, lo que es lo mismo, sangrado a través del ano. También la salida de las almorranas a través del culo. Está también el ensuciamiento, que es cuando la ropa interior queda manchada con una secreción mucosa, sanguinolenta o incluso con heces. El picor en la zona anal o dolor en esta zona también lo son.
Los mejores consejos para prevenir esta patología son beber dos litros de agua al día, evitar la ingesta de alcohol, reducir el consumo de sal, consumir una dieta rica en fibra y evitar el esfuerzo a la hora de defecar. También ayuda la práctica de deporte de forma regular.