Es un hecho demostrado que buena parte de las personas tiende a comer alimentos altamente calóricos después de una noche de insomnio. O, en su defecto, cuando sufre falta de sueño. Un estudio ha logrado demostrar que dormir mal aumenta las ganas de comida basura. ¿Por qué sucede esto? La culpable es la nariz.
La falta de horas de sueño hace que el sistema olfativo agudice los olores de los alimentos para que el cerebro pueda distinguir los alimentarios de los que no lo son. Sin embargo, después se produce un colapso en la comunicación con otras áreas del cerebro que reciben señales de alimentos. Esto modifica nuestra elección de comida al hacer que hasta el cerebro lleguen los aromas de la comida más rica y, a la vez, la más calórica.
Algunas investigaciones anteriores ya habían demostrado que la carencia de sueño incrementa ciertos endocannabinoides. Estos son producidos de forma natural por el cuerpo y tienen su importancia en el comportamiento de la alimentación y en la forma en la que el cerebro responde a los olores. En uno de los estudios se comprobó que los participantes, después de malas noches de sueño, se decantaban por productos con más energía como rosquillas, galletas de chocolate o patatas fritas.
Viajes a la nevera
Está comprobado que dormir mal aumenta las ganas de comida basura. Es posible que muchas personas ya hayan pasado por un día de viajes a la nevera tras una noche de insomnio. La Universidad de Colonia (Alemania) ha demostrado que la falta de sueño hace que varíen nuestras elecciones alimentarias. Los deseos de productos dulces y grasos son los que más se repiten. Algunas teorías apuntaban a que esto se producía por un déficit de la hormona del hambre, pero no es así. Como ya se ha dicho, la culpable es la nariz.
El cansancio producido por el insomnio activa un circuito neuronal que activa la zona del cerebro relacionada con el sistema emocional y la recompensa a través de la comida. Por eso el insomnio crónico hace que aumenten los riesgos de que una persona sufra sobrepeso y obesidad.
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