Un tercio de los niños no digiere de manera correcta la fructosa. Algo que sucede, en la mayoría de las ocasiones, sin que los padres se den cuenta de ello. Estamos ante una intolerancia que es bastante difícil de detectar debido a que sus síntomas pueden confundirse con otras patologías gastrointestinales. Hay que conocer los detalles para cómo saber si tu hijo es intolerante a la fructosa.
En primer lugar hay que saber, más o menos, cuándo suele aparecer. Esta intolerancia puede empezar a manifestarse a partir de los seis meses, que es cuando los bebés empiezan a ingerir alimentación complementaria. Es muy importante el factor hereditario ya que los antecedentes familiares en padres y hermanos predisponen a padecer esta intolerancia. La clave es detectar si la sintomatología se prolonga en el tiempo.
Los síntomas más habituales de la intolerancia a la fructosa son la hinchazón, el dolor abdominal, los gases, la diarrea o el estreñimiento. También que los pequeños estén más cansados de lo habitual o que sean más fácilmente irritables. Todos estos detalles pueden confundirse sin problemas con los de una gastroenteritis. Si se alargan en el tiempo es cuando será completamente necesario consultar a un especialista ya que es muy posible que estemos ante esta intolerancia.
¿Qué es la fructosa?
Para determinar cómo saber si tu hijo es intolerante a la fructosa antes habrá que saber qué es. Estamos ante un azúcar o hidrato de carbono que se encuentra, sobre todo, en las frutas y también de forma natural en la miel y en las verduras. La mejor solución es que se realice una dieta con alimentos que no contengan fructosa.
Algunos de los alimentos a evitar son las frutas naturales, en compota y hasta en zumos. También la remolacha, la zanahoria, la cebolla, los espárragos, puerros, guisantes, garbanzos y la mayoría de legumbres en general, especialmente las enlatadas. El trigo, el boniato y los cereales integrales también hay que dejarlos de lado en una dieta sin fructosa.
